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viernes, 1 de diciembre de 2017

Puerta grande para El Gato Montés.



Los protagonistas: el torero, la gitana, el bandolero (Foto: TZ-Javier del Real).
El Gato Montés. (Ópera popular española en tres actos. Texto y música de Manuel Penella).

Intérpretes: C. Solís. C. San Martín. A. Roy. I. Mentxaka. M. Martín. M. Sola. G. Bullón.
Equipo técnico y artístico. Dirección de escena: José Carlos Plaza. Escenografía e iluminación: Francisco Leal. Vestuario: Pedro Moreno. Coreografía: Cristina Hoyos. Coro titular del Teatro de la Zarzuela (Dtor.: Antonio Fauró). Orquesta de la Comunidad de Madrid. Director musical: Ramón Tebar. Teatro de la Zarzuela, 30-11-2017.

Creo que todo el mundo sabe que El Gato Montés, que este año cumple su primer centenario, es una ópera cuyos protagonistas son gitanos de Andalucía y que gira alrededor del mundo de los toros. Con estos ingredientes, sus apasionados defensores y sus exaltados detractores tienen material para comentarios, opiniones, tertulias y hasta discursos de una utilidad más que relativa, porque lo más probable es que unos y otros no sean objetivos. Quienes hayan asistido a esta representación (reposición de la del propio teatro de 2012, paseada con triunfo por varios escenarios españoles) y hayan sido capaces de dejar a un lado entusiasmos y prejuicios, habrán disfrutado de una ópera de primer nivel, intensa, dramática, muy bien escrita y con una música magnífica, llena de detalles en el escenario y en la orquesta. Bien supieron advertirlo quienes, en 2012, le concedieron uno de los Premios Campoamor, tristemente desaparecidos.

Al levantarse el telón el espectador encuentra una escena sencilla y simple que, con pocas modificaciones, se mantendrá durante todo el espectáculo. No hace falta más porque el planteamiento de José Carlos Plaza, destacando la intensidad y potencia del drama, concentra toda la atención; no son necesarios más elementos externos. Plaza es un gran hombre de teatro, capaz de hacer que sus actores/cantantes den vida a personajes complicados, de sentimientos primarios poderosos, con emociones básicas que les llevarán a un desenlace trágico.

Ramón Tebar, como director de orquesta, ofreció una interpretación magnífica, destacando los numerosos detalles de una instrumentación poco corriente en nuestro teatro lírico popular. Muchos detalles, distintos colores, variadas combinaciones, la frecuente aparición del motivo del famoso pasodoble, fueron destacados con mesura. Me gustó especialmente el sonido de la cuerda: lleno, compacto e intenso. El pasodoble resultó muy atractivo, aunque lo hubiera deseado un punto más tranquilo. Además, Tebar, sirvió a la escena con especial eficacia,  controlando la potencia del foso y pendiente de cada detalle.
Carmen Solís y César San Martín (Foto: TZ-Javier del Real

El Gato Montés tiene tres protagonistas vocales: el torero “Rafael, el Macareno”, el bandolero “Juanillo, el Gato Montés”, los dos intensamente enamorados de la gitana Soleá, que es la mujer del terceto. Dio vida al primero el tenor asturiano Alejandro Roy, de voz potente, segura y firme y haciendo un personaje actoralmente creíble. César San Martín, barítono madrileño, fue el bandolero; cantó con solvencia, energía y seguridad, mostrando sus grandes cualidades vocales al tiempo que supo capturar la atención del público hacia su personaje, por la convicción con que lo interpretó. Soleá, la gitana enamorada e indecisa, estuo a cargo de Carmen Solís, soprano pacense de voz ancha y poderosa, de graves rotundos y agudos firmes.

El Gato Montés tiene cuatro papeles cortos, a los que no es justo calificar de “secundarios” pues tienen particular importancia  en el desarrollo de la ópera. Itxaro Mentxaka, mezzosoprano, fue Frasquita, la madre de Rafael; hizo su papel con mesura.  Milagros Martín, fue la gitana que adivina la tragedia del matador de toros; curtida en estas lides y en este teatro hizo un personaje creíble,  intenso y convincente. El bajo-barítono Miguel Sola fue el Padre Antón, capaz de mantener la figura de este personaje conciliador y apasionado fan al mismo tiempo. El barítono madrileño, Gerardo Bullón, fue Hormigón, mozo de espadas; hizo su papel con dignidad y, a pesar de ser, en cierto modo el personaje cómico, mantuvo su interpretación dentro de los límites del drama.

El coro titular del teatro, como viene siendo habitual, muy bien preparado.

Especial mención merece la traducción de la corrida del segundo acto. Con muy pocos elementos, apenas sugeridos, y con la proyección de una gran imagen que llora lágrimas de sangre, José Carlos Plaza supo expresar la esencia del espectáculo en el que se mezclan los oles y olés de un público entusiasta y enfervorizado, con el grito angustiado, fatal y desesperado cuando el torero es cogido. Traducción directa, elegante, sin críticas ni moralejas inoportunas; descriptiva. Mereció el aplauso espontáneo de la asistencia.

Al finalizar el espectáculo nadie se movió de su butaca, lo cual es significativo, sobre todo porque en la Zarzuela los aplausos del respetable han perdido la intensidad que recuerdo en otras ocasiones y salas. No diré que sean de mero compromiso …. En fin, creo que este Gato Montés mereció la puerta grande. Toda la “cuadrilla”.

Vidal Hernando.

  El

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